Hace 18 años comenzaba otra edición del
campeonato de Primera División en Argentina, y la primera fecha del Clausura
1999 deparaba la disputa del clásico rosarino.
Newell’s iniciaba la temporada al mando
del “Profe” Jorge Castelli, aquel extraordinario preparador físico que había
ido a buscar Marcelo Bielsa en 1990 para terminar de imprimirle el estilo
arrollador y de presión constante que caracterizaría a aquel equipo. Aquel
proyecto de Bielsa se materializó a partir de extenuantes pretemporadas y
triples turnos de entrenamiento implementados por Castelli.
Algunos, nunca podrían digerir los
éxitos logrados en aquel ciclo. De ahí que la revolucionaria forma de juego
fuera acusada de estar incentivada por el dopaje y por absurdas transfusiones
de sangre, entre otras fábulas atribuidas a Castelli.
Resulta que la previa de aquel clásico
iba a traerle al ahora DT Castelli, un problema mayúsculo. Horas antes del
inicio del partido, Sebastián Cobelli -la carta de gol del equipo- le comunicaba
que la noche anterior se había automedicado aplicándose unas gotas en los ojos
para paliar una conjuntivitis… El DT tomaría, junto al cuerpo médico, una
decisión difícil y terminante: lo excluiría del choque ante Central haciendo
ingresar al juvenil Matías Gigli. El Profe sabía que si jugaba Cobelli, lo
exponía a una sanción disciplinaria que seguramente hubiese troncado su carrera.
Prefirió no contar con su goleador para tan transcendental partido, antes que hacerlo
jugar y confiar luego en la suerte (ya que tan sólo 2 de los 16 jugadores que
saltaban al campo de juego podían salir sorteados para el control antidoping).
Esta olvidada historia cobra actualidad
tras conocerse las recientes declaraciones públicas del delantero auriazul
César Delgado -suspendido un año por doping- en las que admite haber
consensuado con el técnico Eduardo Coudet, la ingesta de una sustancia prohibida
previa a un partido por Copa Libertadores. Todo esto no sólo genera un profundo
debate acerca de cómo la persistente carencia de logros puede incidir en los
mezquinos recursos utilizados, sino que además siembra justificadas sospechas acerca
de decisiones similares que pudo haber tomado el mismo DT con otros jugadores, sin
consecuencias por no haber salido sorteados.
El resto de lo que pasó aquel 7 de marzo
de 1999 es historia conocida. Los “castalepras” del Profe -con una soberbia
actuación de Damián Manso- le dieron un baile de novela a los dirigidos por Edgardo
Bauza, venciéndolos por 4 a 1 (dos goles de Germán Real, uno de Fernando Crosa
y otro de Julio César Saldaña). La insuperable racha invicta en el Parque
alcanzaba por entonces los 19 años. Ambos entrenadores escribían otra página
personal en la historia de los clásicos marcándolos de manera distinta:
mientras Jorge Castelli nunca perdió en los 8 encuentros oficiales en los que
estuvo en el banco (2 como preparador físico y 6 como DT), Bauza nunca pudo
vencer a Newell’s como director técnico en sus
6 clásicos oficiales.
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