3.07.2017

El clásico, la identidad y la mezquindad de los recursos utilizados.

Hace 18 años comenzaba otra edición del campeonato de Primera División en Argentina, y la primera fecha del Clausura 1999 deparaba la disputa del clásico rosarino.
Newell’s iniciaba la temporada al mando del “Profe” Jorge Castelli, aquel extraordinario preparador físico que había ido a buscar Marcelo Bielsa en 1990 para terminar de imprimirle el estilo arrollador y de presión constante que caracterizaría a aquel equipo. Aquel proyecto de Bielsa se materializó a partir de extenuantes pretemporadas y triples turnos de entrenamiento implementados por Castelli.
Algunos, nunca podrían digerir los éxitos logrados en aquel ciclo. De ahí que la revolucionaria forma de juego fuera acusada de estar incentivada por el dopaje y por absurdas transfusiones de sangre, entre otras fábulas atribuidas a Castelli.


Resulta que la previa de aquel clásico iba a traerle al ahora DT Castelli, un problema mayúsculo. Horas antes del inicio del partido, Sebastián Cobelli -la carta de gol del equipo- le comunicaba que la noche anterior se había automedicado aplicándose unas gotas en los ojos para paliar una conjuntivitis… El DT tomaría, junto al cuerpo médico, una decisión difícil y terminante: lo excluiría del choque ante Central haciendo ingresar al juvenil Matías Gigli. El Profe sabía que si jugaba Cobelli, lo exponía a una sanción disciplinaria que seguramente hubiese troncado su carrera. Prefirió no contar con su goleador para tan transcendental partido, antes que hacerlo jugar y confiar luego en la suerte (ya que tan sólo 2 de los 16 jugadores que saltaban al campo de juego podían salir sorteados para el control antidoping).
Esta olvidada historia cobra actualidad tras conocerse las recientes declaraciones públicas del delantero auriazul César Delgado -suspendido un año por doping- en las que admite haber consensuado con el técnico Eduardo Coudet, la ingesta de una sustancia prohibida previa a un partido por Copa Libertadores. Todo esto no sólo genera un profundo debate acerca de cómo la persistente carencia de logros puede incidir en los mezquinos recursos utilizados, sino que además siembra justificadas sospechas acerca de decisiones similares que pudo haber tomado el mismo DT con otros jugadores, sin consecuencias por no haber salido sorteados.

El resto de lo que pasó aquel 7 de marzo de 1999 es historia conocida. Los “castalepras” del Profe -con una soberbia actuación de Damián Manso- le dieron un baile de novela a los dirigidos por Edgardo Bauza, venciéndolos por 4 a 1 (dos goles de Germán Real, uno de Fernando Crosa y otro de Julio César Saldaña). La insuperable racha invicta en el Parque alcanzaba por entonces los 19 años. Ambos entrenadores escribían otra página personal en la historia de los clásicos marcándolos de manera distinta: mientras Jorge Castelli nunca perdió en los 8 encuentros oficiales en los que estuvo en el banco (2 como preparador físico y 6 como DT), Bauza nunca pudo vencer a Newell’s como director técnico en sus  6 clásicos oficiales.

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