12.26.2013

El tango, el rock y Newell’s.

El Tango y Newell’s, Newell’s y el Tango. Hipólito Mario Parodi -en su ya mítico Minuto ’91- justificaba esa dupla en el sentimiento que ambas expresiones populares despertaban en la juventud de antaño.
Carlos Gardel, en la histórica visera.
El tango: música popular, desgarradora poesía urbana. Tan desgarradora y tan urbana como el rocanrol que se escucha hoy en la esquina de cualquier barrio, donde seguramente la banda de mi calle  escribe en tu pared alguna estrofa bien leprosa.
Las cosas han cambiado, pero no tanto. Aquellos viejos muchachos se emocionaba con los tangueros que visitaban el Parque: Alberto Podestá, Julio Martel, Horacio Salgán, Alfredo De Angelis, Osvaldo Fresedo, Pichuco Troilo, el Tata Floreal... Las noches bailables a orillas de la pileta se transformaban en una costumbre sagrada. Tan sagrada como ir el domingo a ver a Newell’s. Si hasta Carlos Gardel se dio el lujo de presenciar un partido de la Lepra, a la sombra de la mítica visera…

Por aquellos años, la modesta popular este transformaba la soberbia arboleda en una virtual tribuna verde. Así la llamaban aquellos pibes, que cuando faltaba el mango para la entrada buscaban un lugar entre las ramas para no perderse detalle del partido. Hoy, la vegetación del Parque ha quedado atrás, e imponen su presencia las colosales tribunas del Estadio “Marcelo Bielsa”. El Tango ya no es el único protagonista. De a poco le fue haciendo un lugar a una música diferente en lo rítmico, pero idéntica en cuanto a las sensaciones que despierta como expresión popular.
Así, por el Estadio Cubierto o por el césped del Coloso, pasaron todos: desde Soda Stéreo hasta Divididos. Charly García, The Ramones, Los Piojos, Los Auténticos Decadentes, Dos Minutos, Manu Chao, Almafuerte, Ska-p, La Renga, Deep Purple... Y Los Redondos. Si, la banda del Indio y Skay merece un párrafo aparte.
Un 25 de setiembre de 1992 -cuando la ciudad deliraba en medio de la euforia de la era Bielsa- vinieron a presentar La mosca y la sopa. El pogo más grande del mundo pasó por el Estadio Cubierto… Por eso, más de uno seguramente dirá que viajar a ver a Newell’s es como subirse al último bondi a Finisterre. Y tal vez tengan razón.