El Tango y Newell’s, Newell’s y el Tango.
Hipólito Mario Parodi -en su ya mítico Minuto
’91- justificaba esa dupla en el sentimiento que ambas expresiones populares
despertaban en la juventud de antaño.
Carlos Gardel, en la histórica visera. |
Las cosas han cambiado, pero no tanto. Aquellos
viejos muchachos se emocionaba con
los tangueros que visitaban el Parque: Alberto Podestá, Julio Martel, Horacio
Salgán, Alfredo De Angelis, Osvaldo Fresedo, Pichuco Troilo, el Tata
Floreal... Las noches bailables a orillas de la pileta se transformaban en una
costumbre sagrada. Tan sagrada como ir el domingo a ver a Newell’s. Si hasta
Carlos Gardel se dio el lujo de presenciar un partido de la Lepra, a la sombra
de la mítica visera…
Por aquellos años, la modesta popular este
transformaba la soberbia arboleda en una virtual tribuna verde. Así la llamaban aquellos pibes, que cuando faltaba
el mango para la entrada buscaban un lugar entre las ramas para no perderse
detalle del partido. Hoy, la vegetación del Parque ha quedado atrás, e imponen
su presencia las colosales tribunas del Estadio “Marcelo Bielsa”. El Tango ya
no es el único protagonista. De a poco le fue haciendo un lugar a una música
diferente en lo rítmico, pero idéntica en cuanto a las sensaciones que
despierta como expresión popular.
Así, por el Estadio Cubierto o por el césped del
Coloso, pasaron todos: desde Soda
Stéreo hasta Divididos. Charly García, The Ramones, Los Piojos, Los Auténticos
Decadentes, Dos Minutos, Manu Chao, Almafuerte, Ska-p, La Renga, Deep Purple...
Y Los Redondos. Si, la banda del Indio
y Skay merece un párrafo aparte.
Un 25 de setiembre de
1992 -cuando la ciudad deliraba en medio de la euforia de la era Bielsa- vinieron a presentar La mosca y la sopa. El pogo más grande del mundo pasó por el
Estadio Cubierto… Por eso, más de uno seguramente dirá que viajar a ver a
Newell’s es como subirse al último bondi
a Finisterre. Y tal vez tengan razón.